miércoles, 30 de octubre de 2019

"LA CASA DE LAS FLORES": bendita seas, Paulina

“La Casa de las Flores” se convirtió el año pasado en la serie revelación de la temporada. Gracias a su curiosa combinación de telenovela, comedia negra y relato costumbrista de una alicaída alta sociedad atrapó la atención de millones de espectadores alrededor del mundo. Netflix no dejó pasar la oportunidad y en seguida renovó la serie no sólo para una segunda temporada sino también para una tercera. Pues bien, esta mencionada segunda temporada ya está disponible en la plataforma y ya hemos podido descubrir las virtudes (pocas) y defectos (bastantes) de estos nuevos episodios.


La principal novedad de estos nuevos episodios es la marcha de Verónica Castro, que interpretaba a la matriarca de la familia, Virginia de la Mora. La ausencia en la serie de un personaje tan icónico interpretado por una no menos icónica diva, se antojaba demasiado relevante y la serie necesitaba un revulsivo con el que lograr mantener el interés del público. Y ese revulsivo vino de la mano de Paulina, su hija mayor. Manolo Caro, creador y guionista, decidió apostar todo al que fuera el personaje revelación de la temporada pasada y que ahora se ha convertido en el eje sobre el que gira todo el peso de la serie.

Paulina arranca la temporada en Madrid, arruinada y destruida emocionalmente por todo lo vivido en los últimos meses, y es que a la muerte de su madre se une la pérdida de las dos casas de las flores: la tienda y el club nocturno. María José (Paco León) sigue siendo su principal apoyo pero la inquietante presencia de la hermana de esta, su cuñada Purificación (María León) tampoco ayuda a su recuperación. Pero el deseo de venganza de Paulina es mucho más fuerte que cualquier depresión y su tenaz determinación de recuperar su fortuna y devolver el honor al apellido familiar hacen que tome la decisión de regresar a México para saldar todas estas cuentas que tiene pendientes. 


Paulina de la Mora se convierte entonces en la absoluta protagonista de “La Casa de las Flores” y todo, absolutamente todo (todo lo interesante, al menos) gira en torno a ella. Un peso que la actriz Cecilia Suárez ha sabido llevar con creces. Su personaje ha crecido esta temporada y se ha llevado las mejores tramas (y también las mejores líneas de guion). Pero eso ha provocado que todo lo que rodea a la hermana mayor de los De la Mora se viese fagocitado por la fuerza de este personaje protagonista. La trama de su hermana Elena ha quedado demasiado esquematizada y su relación con Simón (Flavio Medina) no llega a despertar el interés del espectador en exceso. Y algo parecido sucede con Julián y sus vaivenes sentimentales, sexuales y emocionales. Nada distinto aporta a lo que el personaje vivió en la primera temporada.

Pero han habido cosas mucho peores esta temporada. Dos para ser más específicos. La primera de ellas es la trama del personaje de Ernesto, el patriarca, quien para superar el dolor por la ausencia de Virginia decide volcar toda su fuerza en una secta que le está sacando los pocos cuartos que le queda a la familia. Y por otro lado, la trama de Micaela y su participación en un talent show con el objetivo de ganar el premio con el que recuperar la florería. Ninguna de las dos historias llega a despertar el interés del espectador, que se limita a esperar con ansia la próxima aparición de Paulina

“La Casa de las Flores” pierde, obviamente, el efecto novedoso que nos atrajo en su primera temporada, que no era otro que la vuelta de tuerca que se daba al género de la telenovela. Algo que en estos nuevos episodios, Manolo Caro no ha logrado suplir a pesar de saber dar al espectador lo que más desea, que no es otra cosa que más Paulina de la Mora. Habrá que ver si en la ya anunciada tercera temporada, tan icónico personaje es suficiente para mantener su público o si por el contrario la gente se va quedando por el camino. 


Ha habido grandes momentos en estos nuevos episodios, pero la sensación general tras su visionado es el de “ni fú ni fa”. En cualquier esquina se encuentran oportunidades perdidas para haber llevado la serie a otro terreno y que al final se ha quedado en agua de borrajas. Ni siquiera personajes tan extremos (y desternillantes) como La Chiquis o El Cacas consiguen despertar la carcajada más que en un par de ocasiones. Una lástima.

No se puede decir que estos nueve episodios sean un desastre, ni mucho menos, pero sí es cierto que la serie ha perdido en todos los aspectos. Ha perdido en frescura, ha perdido en locura, ha perdido en interés y ha perdido en “mamarrachez”. Como si Manolo Caro haya decidido tomarse demasiado en serio lo que tiene entre manos, que no es otra cosa que un culebrón pasado de rosca. Paulina de la Mora sigue siendo un personaje maravilloso, pero ¿puede mantener un único personaje el interés de una serie completa?

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