miércoles, 30 de marzo de 2016

Cuando Barry encontró a Kara


Desde el mismo día en que se estrenó “Supergirl”, o quizás incluso antes, Kara y Barry estaban destinados a cruzar sus destinos. No sólo porque los fans de estos shows así lo reclamaban incluso antes del estreno de la serie de la superheroína sino porque ambos comparten más de un punto en común: sustentan su heroicidad en el trabajo en equipo, ambos disfrutan haciendo uso de lo que les hace diferentes del resto del mundo y los dos comparten una filosofía optimista, incluso naíf, de sus poderes a pesar de que estos muchas veces les llevan a tomar decisiones difíciles. Al contrario que otros como “Arrow” que parecen vivir amargados continuamente. No solo eso sino que además la química entre los dos actores, que ya habían coincidido en “Glee” parecía que iba a resultar tierna, dulce y divertida (hay que ver la capacidad que tiene Melissa Benoist para conseguir una química fabulosa con todo aquel actor que le pongan delante).

(A partir de aquí, spoilers sobre el desarrollo del episodio)

Y así ha sido. El esperado crossover entre “Supergirl” y “The Flash” emitido este pasado lunes en la CBS no pudo resultar más maravilloso, entretenido y productivo (especialmente para la serie de la primera cuyas audiencias llevaban estancadas unas semanas y que consiguió aumentar cuatro décimas su dato de demográficos hasta los 7,1 millones). La llegada de Barry a National City es relatada de la manera más simple posible para aquellos que no conocen la serie de la CW, y es que Barry acude a ayudar a Kara, cuando esta es atacada por Siobhan, a tal velocidad que cruza una de las barreras que separan los multiuniversos. Teoría de los multiuniversos que quedan realmente bien explicada con el dúo Barry-Winn. Y como todo capítulo de superhéroes, tiene que haber un villano al que derrotar. Y para este capítulo echaron mano de Leslie (aka Livewire) que llevaba presa en los cuarteles de la DEO varios capítulos y que con la ayuda de Siobham, la antigua asistente malvada de la jefa Cat Grant, consigue escapar de su retiro forzado. Ambas, con Siobham convertida por arte del maquillaje en una calavera mexicana cutre con el sobrenombre de Silver Banshee se plantear resolver sus cuentas pendientes no sólo con Cat Grant sino con la propia Supergirl.


Una de las principales características de este episodio ha sido la importante carga humorística del mismo. Desde hacer alusión a estrellas del pop como Mariah Carey, Beyoncé o Taylor Swift hasta una Cat Grant (exquisita Calista Flockhart demostrando que sabe hacer drama, comedia y todo lo que se le ponga por delante) dispuesta a arrebatar a los dos superhéroes el título de estrella de la función con frases lapidarias como: “Ahora que os veo ahí a los cuatro, parecéis el atractivo, inofensivo y racialmente diverso cast de una serie de la CW” o “Una persona tan amable y simpática sólo puede ser superhéroe o mormón”. Además, los continuos piques entre cuál de los dos es más rápido no hace más que alimentar las dudas de los fans de qué superhéroe vencería en caso de enemistad. Mención aparte merece el momento en que ambos descubren uno al otro no solo su identidad de superhéroes sino su verdadera identidad, momento que resulta francamente delicioso. Quizás otro aspecto a destacar es la importante carga feminista del capítulo. Algo que desarrollan de una manera natural e inofensiva pero que queda patente al final del episodio cuando Barry comenta, al verse en inferioridad masculina ante un grupo de héroes como villanos de sexo femenino con su única excepción: “quizás deberíamos resolver esto como mujeres adultas”


El aspecto menos positivo del episodio vino, como siempre, de la mano del empeño de los creadores del show en meter con calzador un interés amoroso entre Kara y Jimmy Olsen. Y no es porque yo sea shipper máximo entre Kara y Winn sino porque la química entre esos dos personajes no puede ser más nula. N.U.L.A. Y parece que aún no se han dado cuenta. Esperemos que cuando lo hagan no sea demasiado tarde. Quizás la resolución del caso y la victoria de los superhéroes sobre las dos villanas haya sido algo floja o insustancial, pero francamente, eso era lo de menos en el capítulo ya que ellas no consistían más que en una mera excusa para juntar estos dos superhéroes. Pero quizás lo peor es saber que los destinos de Kara y Barry no volverán a cruzarse, al menos en un futuro cercano. Y es que no vendría mal un crossover como este cada semana.

Por cierto, ¿dónde estaban Alex, hermana de Kara y Hank Henshaw, jefazo de la DEO que no hicieron acto de presencia en este capítulo? Al menos, el capítulo me deja el consuelo de saber que en cualquier universo paralelo vamos a poder seguir disfrutando de Mariah Carey.


lunes, 28 de marzo de 2016

Dramas médicos: "Code Black" y "Heartbeat"


Hay determinadas profesiones que siempre tienen cabida en televisión. Por ejemplo, los abogados. Siempre hemos tenido en emisión alguna serie de abogados: “La Ley de los Ángeles” a finales de la década de los 80; “Ally McBeal” en los 90, “El abogado” y su spin off “Boston Legal” a principios de este siglo y más recientemente series como “How to get away with murder” o la obra maestra de “The Good Wife”. Y algo parecido sucede con los dramas médicos ya que en las tres últimas décadas hemos visto pasar por nuestros televisores series como “Doctor en Alaska”, “Urgencias”, “House”, “Nurse Jackie” o la sempiterna “Anatomía de Grey”. Pero de entre todos los que se emiten en la actualidad, vamos a dejar de lado la veterana Meredith Grey y otras propuestas populares como “Chicago Med” para centrarnos en una que acaba de finalizar temporada y otra recién estrenada: “Code Black” y “Chicago Med”.

Si pudiésemos clasificar las series médicas en dos categorías, estas serían “series sobre casos médicos con tramas personales y sentimentales de sus protagonistas de fondo” (como lo fue “Urgencias” en su momento) y “series sobre tramas personales y sentimentales que transcurren en hospitales” (como lo es “Anatomía de Grey”). Y “Code Black” es un claro ejemplo de lo primero. Es un drama médico sobre las Urgencias del Angels Memorial de la ciudad de Los Ángeles, un hospital con una afluencia de pacientes sustancialmente superior al resto (algo que la cabecera nos recuerda en todos y cada uno de los capítulos). Y ahí es donde empiezan a trabajar cuatro nuevos residentes bajo la atenta supervisión de la doctora Leanne Rorish (maravillosa como siempre Marcia Gay Harden).


Con “Code Black” volvemos a meternos de lleno en el frenesí de una sala de urgencias con sus casos a cada cual más inverosímil, sus colapsos, sus huelgas de enfermeros o las típicas tramas románticas de residente que se lía con su jefe o triángulos amorosos predestinados al fracaso. Contado con un estilo casi documental (no obstante está basado en uno) en el que la cámara se cuela en cada uno de los pacientes, cada una de las intervenciones y cada una de las inevitables luchas de egos entre los futuros médicos. Un procedimental, por tanto, con escasas tramas que perduran a lo largo de los episodios (quizás únicamente las sentimentales) y que en realidad, no nos plantea nada nuevo que no hayamos visto antes. Pero aun así consigue un par de cosas que no todas logran y son: no resultar repetitiva como le sucedió a “House” a partir del tercer capítulo y ser entretenida, algo que parece que olvidamos actualmente a la hora de sentarnos a ver la tele.

La primera temporada de 18 capítulos terminó el pasado 24 de febrero con la duda acerca de la renovación cerniendo sobre su cabeza. Y es que a pesar de que Les Moonves, director ejecutivo del canal CBS, afirmó hace unas semanas la intención de renovar sus cinco estrenos de esta temporada (entre los que además de “Code Black” se encuentra “Supergirl”, “Limitless” y “Life in Pieces”), la confirmación oficial aún no ha llegado. Y es que sus audiencias son más bien justas, pero si algo hemos aprendido esta temporada es que no todo son los datos de audiencia. Yo particularmente, espero su renovación.


Y volviendo a utilizar la clasificación antes mencionada, “Heartbeat” sería un claro ejemplo de “serie sobre tramas personales y sentimentales que transcurren en el trasfondo de un hospital”. Hasta tal punto que por muchos críticos ha sido calificada como la nueva “Anatomía de Grey” (como si a esta no le quedasen 35 o 40 temporadas más en las que maltratar al personaje de Meredith). Aquí tenemos a Melissa George, a la que hemos visto en “Alias” o “The Good Wife” interpretando a Alex Panttiere, una prestigiosa cirujana especializada en trasplantes de corazón con ciertas dificultades para compaginar su vida personal y profesional. Esta protagonista impulsiva, malhumorada, malhablada y con ciertos problemas para controlar su carácter tiene en su entorno a un ex marido homosexual y estrella del rock, dos hijos en plena adolescencia, un novio que desea dar un paso adelante y formalizar su relación yéndose a vivir con ella y un ex “algo” que regresa a trabajar a su mismo hospital  después de varios años sin saber nada el uno del otro. Con esta descripción planteada en el primer episodio podemos hacernos a la idea de que las tramas sentimentales de la protagonista pesarán más que aquellas centradas en su entorno laboral.


El lastre aquí es que a pesar del buen ritmo del Piloto y a pesar del guiño a “Urgencias” con la mención a George Clooney, hay cosas que chirrían como el forzado (por no decir “raruno”) toque cómico que se le pretende dar al personaje protagonista y a alguno de sus secundarios, o  la aparente excesiva ligereza general del producto. Algo que esperemos vayan solucionando a lo largo de los episodios con tramas como la de la hermana de Alex. Esta primera temporada contará con sólo 10 episodios debido al embarazo de la actriz protagonista y se ha estrenado con unas audiencias algo discretas (1.4 en las demos del primer capítulo y 0.9 las del segundo emitido al día siguiente). Veremos como evoluciona.


 


jueves, 24 de marzo de 2016

Annalise Keating y su escuadrón sanguinario


Pocos éramos los que confiábamos en el buen desarrollo de la segunda temporada de “How to get away with murder”. Quizás porque dudábamos de si la fórmula iba a seguir dando resultado. Quizás porque el cierre de la primera temporada daba poco pie a una buena historia para la segunda. O quizás porque sus tics habituales como los cliffhanger o los giros locos de guión podrían resultar repetitivos o cansinos. Nada más lejos de la realidad. Esta segunda tanda de episodios ha sabido mantener el interés y el nivel de adicción de la primera con unas tramas igual de locas, pero aún más frenéticas, divertidas y entretenidas.

La investigación del asesinato del matrimonio Hapstall y sus múltiples posibles culpables ha constituido el eje argumental acerca del cual ha girado la trama a lo largo de estos 15 capítulos. Pero no ha sido la única, ya que la muerte de Lila y la posterior desaparición de Rebecca (que habían centrado las tramas en la primera temporada) ha seguido dando que hablar. Y por si fuese poco, en los capítulos emitidos tras el parón navideño, Wes, tras lo acontecido aquella fatídica noche en la que disparó a Annalise, decide investigar la verdad sobre el fallecimiento de su madre. Tres tramas aparentemente distintas que ya sabemos que con Annalise de por medio, están condenadas a un nexo común.


(A partir de aquí, spoilers del final de temporada de HTGAWM)

En la Season Finale, nuestra protagonista intenta recuperar el aliento en casa de su madre (difícil lo tiene teniendo en cuenta la papeleta que se encuentra a llegar con su padre recién reaparecido) hasta que gracias a la ayuda de sus ayudantes descubre que una orden de detención pesa sobre ella. Orden que ha sido ejecutada tras un chivatazo de Caleb, que no sólo no estaba desaparecido sino que además estaba colaborando con la policía para la detención de nuestra jefa Annalise. Esta decide entonces desvelar algo que desconocíamos y es que tiene en su haber un USB que le entregó Philip (al que hasta ahora todos considerábamos culpable) en aquella extraña pelea en casa de Wes. ¿Y qué contiene ese USB? Pues la monitorización de la pulsera deportiva de Caleb que lo sitúa en el lugar del asesinato de su tía. Y así es como descubrimos que este fue el asesino de esta y de sus padres y que su hermana Catherine decidió aceptar la culpa en su lugar al estar locamente enamorada (“dormíamos juntos pero nada de sexo. Sólo besos y otras cosas¿PERDONA?). Finalmente, al ver desvelada la verdad, Caleb decide acabar con su vida suicidándose en la bañera.

Por otro lado, Wes, decidido a llegar a la verdad de lo sucedido con su madre, descubre que esta se suicidó tras la presión de Annalise y su amiga/amante Eve (queremos a Famke Janssen como personaje fijo en la tercera temporada) para declarar a favor del hijo de Wallace Mahoney, acusado de asesinato y de cuya defensa se encarga nuestra protagonista. Algo que ella rechazaba rotundamente porque el propio Mahoney es el padre de Wes, fruto de una violación cometida un par de décadas atrás. No sólo eso, sino que además descubrimos que durante la celebración de dicho juicio, Frank traicionó a su jefa colocando un micrófono en su habitación a cambio de un par de polvos y un maletín lleno de billetes. Dicha traición provoca el falso accidente que acaba con la vida del bebé de Annalise y su marido Sam y este último, tras la confesión de Frank decide hacerle un favor evitando que su jefa se entere.

¿Y qué tiene que ver esto con la muerte de Lila? Pues que Sam decide cobrarse ese favor que le debe Frank tras haber ocultado lo ocurrido diez años atrás pidiéndole que se deshaga de Lila. Annalise, al conocer no sólo que Frank había matado a Lila por orden de su marido Sam, sino que la había traicionado durante la celebración de aquel juicio provocando la muerte de su bebé, decide que este debe abandonar el equipo. El equipo y al parecer también la ciudad, ya que cuando Laurel (hay que ver lo que ha dado de sí el personaje de Karla Souza esta temporada) se pasa por casa de su ex se la encuentra totalmente vacía.  Minutos después vemos como Wes se acerca por la calle a su padre para confesarle que es su hijo cuando de repente este sufre un disparo en la cabeza que lo deja automáticamente tendido sin vida en el suelo.


Mucho drama y mucho asesinato pero no nos olvidamos de las relaciones sentimentales (o simplemente sexuales) entre los personajes. Oliver decide hacerse pasar por Connor para rechazar la admisión de este en Stanford mientras Michaela y Asher inician una serie de encuentros sexuales esporádicos (juntar a Michaela con Asher es como emparejar a Gwyneth Paltrow con Torrente, pero bueno). Y la relación entre Annalise y Nate parece más reforzada que nunca tras la visita que él le hace a ella a casa de su madre durante su estancia allí. Por el contrario, habrá que esperar para saber si hay algún avance entre Wes y Laurel, especialmente ahora tras la desaparición del ex novio de esta, Frank. Aunque la pregunta que realmente estamos desando responder a partir del próximo mes de septiembre es:


¿Quién mató a Mahoney?

lunes, 21 de marzo de 2016

"The Americans": rusos viviendo la American Life

Aquellos que sigáis habitualmente el blog sabéis que considero “The Americans” como una de las mejores series que se emiten actualmente en televisión. Este drama del canal FX centrado en dos espías de la KGB que durante la Guerra Fría viven una doble vida haciéndose pasar por un matrimonio de clase media de un barrio de las afueras de Washington, terminó el 2015 colándose merecidamente en muchas de las listas de lo mejor del año aunque para el público mayoritario y para gran parte de la crítica aún sea una completa desconocida. El estreno esta semana de la cuarta temporada parece el momento perfecto para reivindicar una serie que no debe pasar desapercibida.


Uno de los aspectos más destacados de la serie es su cuidado aspecto artístico. La rigurosa ambientación de la década de los 80 a través de aspectos cotidianos como el vestuario o la amplia gama de pelucas con la que los protagonistas intentan pasar desapercibidos durante sus intervenciones no son más que la punta de lanza de un minucioso trabajo de reproducción de una época que aunque pueda parecer no muy lejana, en algunos aspectos resulta totalmente desconocida. Aquí las escuchas se realizan con bolígrafos que esconden micrófonos y se graban en mini casettes. Nada de tecnología digital ni drones. Además, una cuidada selección musical se encarga de transportarnos tres décadas atrás. Fleetwood Mac, Peter Gabriel, Fad Gadget, The Cure, Roxy Music, Roberta Flack y un sinfín de temas ochenteros que suenan de manera muy acertada en los momentos más apropiados.

Y si destacamos el aspecto artístico no podemos pasar por alto las excelentes interpretaciones. La maravillosa química entre sus dos protagonistas, interpretados por Matthew Rhys y Keri Russell se complementa a la perfección con un elenco de secundarios tan bien escritos como interpretados. Destacable el personaje de Paige, hija mayor del matrimonio protagonista e interpretada por Holly Taylor. El crecimiento personal que vive el personaje a lo largo de las temporadas hace ver que existen (aunque sean pocos) personajes adolescentes tratados con madurez, inteligencia y respeto, algo que pocas series parecen conseguir (aún estamos intentando olvidar la odiosa Dana de “Homeland”). Y las apariciones estelares de pesos pesados interpretativos como Margo Martindale (que ganó el EMMY gracias a su personaje de Claudia) y Frank Langella no hacen más que elevar el nivel interpretativo de la serie.

Y todo ello, lo técnico y lo artístico está genialmente combinado en unos guiones que hilan perfectamente el drama familiar y el thriller de espionaje. Guiones que han sabido ir in crescendo capítulo tras capítulo y temporada tras temporada. Creciendo en drama, en tensión y en ingenio a la hora de alternar una escena en las que los protagonistas casi dan su vida por una misión para a continuación retratar un típico desayuno en familia con los problemas de unos hijos adolescentes que empiezan a preguntarse dónde estaban sus padres la noche anterior. Y eso precisamente es lo que desencadena el final de la tercera temporada y cuyas consecuencias empezaremos a vislumbrar con el inicio de la cuarta.


(A partir de aquí spoilers del primer capítulo de la cuarta temporada)

Cuando al final de dicha tercera temporada de “The Americans” vimos como Paige hacía volar todo por los aires, supimos que esta cuarta tanda de episodios iba a ser decisiva para el devenir de los Jennings y el resto de personajes que componen la serie. Esa permanente bomba a punto de explotar parecía por fin haberse quedado sin mecha y las consecuencias iban a ser inminentes y devastadoras. Y esta cuarta temporada empieza justo ahí, en el momento en que todos los personajes se dan cuenta que todo va a cambiar. Elizabeth tiene que afrontar las consecuencias de su viaje a Alemania para visitar a su moribunda madre mientras intenta que su propia hija deje de verla como una desconocida tras desvelarle su verdadera identidad. Y su marido Philip por su parte tiene cada vez más dificultad para asumir las consecuencias psicológicas derivadas de una vida dedicada al espionaje, la traición y el engaño. Ambos aún desconocedores de los actos de su hija Paige a sus espaldas, tendrán en la transmisión de armas biológicas la nueva misión que parece que será el eje de esta nueva temporada. Por otro lado, Martha, al conocer la muerte de Gene, deberá afrontar que sus actos, aunque inocentes y carentes de maldad, tienen sus consecuencias. Consecuencias que en su caso podrán jugarle una mala pasada no sólo en el aspecto personal sino también en el profesional.


Por delante tenemos doce capítulos más para ver como Elizabeth y Philip intentan salir indemnes de las complicadas situaciones con las que se verán obligados a lidiar esta temporada. Al fin y al cabo, lo llevan consiguiendo desde el inicio de la serie, pero ¿lo conseguirán esta vez?