Hace un par de semanas, NETFLIX ponía a disposición de sus suscriptores el último episodio de la primera temporada de “Star Trek: Discovery”, la serie que supuso el regreso de la franquicia a nuestras vidas (si es que en algún momento se había ido, claro). Este reencuentro con el universo se produce más de una década después de la finalización de "Star Trek: Enteprise", la última serie que nos acercó al género y aunque entre medias hemos tenido la trilogía cinematográfica de J.J. Abrams protagonizada por Chris Pine y Zachary Quinto lo cierto es que esta nueva serie se desarrolla de una manera totalmente ajena por lo que los personajes son completamente nuevos.
Nos encontramos aquí diez años antes de "Star Trek: la serie original", cuando T´Kuvma intenta agrupar las 24 casas klingon para liderar una guerra contra la Federación, a la que vemos representada a través de la nave espacial USS Discovery. Su capitán, Gabriel Lorca (interpretado por Jason Isaacs), que se ha ganado fama de contestatario utilizando cuestionables medios a la hora de lograr sus objetivos, recibe en la nave a Michael Burnham (Sonequa Martin-Green, la Sasha de “The Walking Dead”), la que fuera Primera Oficial de la USS Shenzhou que ha acabado tocando fondo tras la destrucción de esta.
Algunos miembros, conocedores de su pasado (o más bien del que se le atribuye) reciben a Michael con escepticismo y desdén, como Saru (Doug Jones), primer oficial de la Discovery y primero de su especie de Kelpianos en unirse a la flota estelar, que ya conoce a Michael de su trabajo en la USS Shenzhou. O como Paul Stamets (Anthony Rapp), uno de los múltiples científicos de la nave. Otros en cambio, como la cadete Tilly (Mary Wiseman) aceptan de mucho mejor agrado su llegada, a pesar de sus miedos iniciales. Pero independientemente de sus filias o fobias hacia la nueva, todos ellos tendrán que trabajar al unísono para evitar que las tropas klingon sigan avanzando hasta conseguir la dominación de la galaxia.
Tengo que reconocer que yo no me considero trekkie, aunque sí que he visto capítulos sueltos de las series (especialmente de la serie original) y un buen puñado de las películas. Por ello, mi acercamiento al universo se produce desde un punto de vista de seriéfilo general y no excesivamente profundo, por lo que algunos detalles, guiños u homenajes de “Star Trek: Discovery” hacia alguna de sus antecesoras se me han escapado perfectamente, lo que le resta ese puntito nostálgico a mi posición (pido disculpas de antemano y prometo que tras haber visto las aventuras de la Discovery me sumergiré mucho más en el universo trekkie). Dicho esto, sí que creo que esta primera temporada de “Star Trek Discovery” ha cumplido, y con nota, los objetivos que se había propuesto.
Hay que tener en cuenta que la producción de estos quince primeros episodios ha sido, cuanto menos, complicada. Desde el despido “amistoso” de su primer showrunner Bryan Fuller (sustituyéndolo por Aaron Harberts y Gretchen J. Berg), hasta continuos parones en el desarrollo para la reescritura de guiones pasando por continuos excesos en el presupuesto inicialmente previsto para cada episodio. Pero a pesar de ello, la temporada ha resultado ser más solvente de lo que muchos se esperaban a tenor de las desalentadoras noticias. Un guión muy coherente con las dinámicas no sólo de la serie actual, sino que tampoco traiciona todas las anteriores; repleto de giros sorprendentes y bien llevados además una protagonista magníficamente desarrollada y con una evolución estimulante, han sido las claves de un producto final más que digno.
También es de agradecer cómo la serie ha sido fiel a sus antecesoras con respecto a la representación racial y sexual variada y diversa. Desde poner como protagonista a una mujer afroamericana (qué buena decisión tomó Sonequa Martin-Green abandonando su anodino personaje de “The Walking Dead”) hasta la integración, de una manera totalmente natural y dinámica,como tiene que ser, de una pareja homosexual entre la tripulación de la Discovery. Aplauso.
Eso sí, si bien es cierto que he disfrutado de todos y cada uno de los episodios, no puedo evitar echar de menos un poco de humor que aligere el tono general de la serie y que era tan característico en muchas de las series precedentes. Especialmente en su segunda mitad, la trama se volvió mucho más intensa y el personaje de Tilly, que hasta entonces había sido el alivio cómico de la serie (de manera puntual y ligera), fue ganando empaque y seriedad aunque con algunos momentos puntuales de divertida ingenuidad.
La serie recibió el pasado mes de octubre el visto bueno para desarrollar la segunda temporada, gracias en parte a su exitosa distribución internacional en NETFLIX, que hacía que tuviésemos disponible el episodio al día siguiente de su emisión en la plataforma de streaming CBS All Access. Y a tenor de lo vivido en los últimos minutos del episodio final, parece que estos nuevos episodios van a dar mucho que hablar. Y a cumplir los deseos de muchos fans de la saga, no nos engañemos.
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