La churrería de NETFLIX nos sigue entregando series nuevas prácticamente cada semana y el pasado viernes le llegó el turno a los diez primeros episodios de “Everything Sucks” o “Todo es una mierda” como ha sido traducida en España. Un nuevo estreno con el que la plataforma de streaming vuelve a jugar la cada vez más manida carta de la nostalgia que tan bien le funcionó en algunas de sus series más populares como “Madres Forzosas” o “Stranger Things”, aunque parece ser que esta vez con menos tramas sobrenaturales y más instituto.
“Todo es una Mierda” nos traslada directamente a mediados de la década de los 90, la edad de oro del VHS, de Oasis, del “Ironic” de Alanis Morisette y de esos pañuelos de colores que lo mismo se llevaban en la cabeza a modo de diadema que anudados alrededor de la muñeca. Ahí, en una etapa tan difícil como la adolescencia, conocemos a Luke, un joven que inicia su primer año de instituto junto a sus amigos Tyler (Quinn Liebling) y McQuaid (Rio Mangini) y cuya afición por el cine hace que arrastre a sus amigos hasta el club de audiovisuales el primer día de clase. En dicho club Luke conoce a Kate (Peyton Kennedy), hija única del director del instituto, una estudiante de segundo año, tímida y un poco friki que no es precisamente la más popular del instituto, y de la que Luke se enamora a primera vista.
Pero la cosa no le va a resultar nada fácil ya que Kate tiene bastante con lo suyo. ¿Y qué es lo suyo? Pues darse cuenta de que siente atracción hacia las chicas más que hacia los chicos. A partir de ahí, y por una serie de acontecimientos desafortunados (o no, según como se mire), los cuatro se verán involucrados en el rodaje de una película para el instituto junto a dos alumnos de tercer año, Emaline (Sydney Sweeney) y Leroy (Zachary Ray Sherman), líderes del club de teatro del instituto, que mantienen una relación un tanto tortuosa (como todas las relaciones sentimentales en el instituto, por otra parte) y que obviamente, serán los protagonistas de la producción audiovisual.
Viajes desastrosos en autobús, problemas con el vestuario, fondos verdes que se mimetizan con el vestuario de los protagonistas y un sinfín de contratiempos y aventuras que, intercaladas con los vaivenes hormonales propios de la edad en la que se encuentran todos ellos, conforman el tejido de tramas principales desde la mencionada llegada al instituto hasta el estreno oficial de la película. Todo ello sin más adultos de por medio que el propio director del instituto (y padre de Kate) y la madre de Luke, que para más colmo, empiezan a desarrollar los primeros pasos de una posible relación sentimental a escondidas de sus hijos.
Después de haber visto ya la temporada completa (una de las mayores ventajas es que ninguno de los diez episodios llega a los 25 minutos de duración) es inevitable tener la sensación de haber disfrutado de un producto simpaticón, entretenido pero demasiado inofensivo y olvidable. No molesta en ningún momento, pero tampoco apasiona y en cuanto finaliza el último episodio aparcas lo vivido en la memoria y a otra cosa, sin más. Eso no tiene por qué ser necesariamente malo, ya sabéis que me encanta reivindicar esos productos televisivos que son consciente de ser un mero entretenimiento y cuya pretensión no va más allá de hacernos pasar un buen rato. Pero quizás “Todo es una Mierda” deja un sabor agridulce ante lo que considero, una oportunidad poco aprovechada.
Tampoco juega a favor del espectador español (y yo creo que en general europeo) el hecho de evocar una nostalgia que a nosotros nos resulta demasiado ajena. En nuestros institutos no había club de audiovisuales (ni cualquier otro club básicamente), tampoco teníamos un “telediario” matutino para contarnos las novedades diarias del instituto ni muchísimo menos un club de teatro (cuyos miembros son extrañamente los más populares del instituto ¿WTF?). Por eso, he vivido esto diez episodios más como una inmersión en la cultura de instituto americana más que como un ejercicio de nostalgia.
Quizás el mayor acierto sea el desarrollo de las tramas con un bien equilibrado balance entre la comedia y el drama ligero, además de haber contado con actores noveles o poco conocidos, lo que ayuda a hacer más creíbles las tramas, especialmente la del personaje de Kate (interpretado por la maravillosa Peyton Kennedy) cuyo viaje hacia el descubrimiento de su propia sexualidad está relatado con solvencia y cariño. Pero el resto del grupo protagonista recuerda demasiado al de “Stranger Things”. Es inevitable que la serie de los hermanos Duffer (cuya tercera temporada, por cierto, no llegará hasta 2019) sobrevuele nuestros subconscientes prácticamente en cada episodio, y teniendo en cuenta que esta última se ha convertido en uno de los mayores fenómenos culturales de esta década, la sombra resulta demasiado alargada para “Todo es una Mierda”.
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