Cuando Netflix estrena alguna de sus series estrella es difícil que nos pase desapercibido y es que la compañía de streaming nos tiene acostumbrados a potentísimas campañas de publicidad que incluyen anuncios en redes sociales y enormes carteles en andamios de las grandes ciudades. Pero hay ocasiones, misterios de la vida, en las que dejan que alguno de sus productos de mayor calidad pase sin pena ni gloria por nuestras pantallas sin más promoción que la que generan los propios medios de comunicación. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido con la segunda temporada de “Mindhunter”, la que es, bajo mi punto de vista, la mejor serie de la plataforma (con el permiso de la inminente “The Crown”).
Esta segunda temporada de “Mindhunter” estrenó sus nueve episodios allá por mediados de agosto cuando todo el mundo estaba de más pendiente de la playa y las vacaciones que de este thriller de David Fincher, maestro del género. Y es una verdadera lástima, porque si la primera temporada ya fue de 10, esta segunda ha sabido mantener el ritmo a base de pulso firme y miradas frías. Y es que no hace falta ver brotar la sangre para sentir cómo se te eriza la piel con los relatos de esos asesinos en serie que los protagonistas se encargan de entrevistar.
En estos nuevos episodios, Holden Ford (Jonathan Groff) y Bill Tench (Holt McCallany) siguen buscando respuestas al comportamiento de psicópatas y asesinos en serie, profundizando para averiguar qué se les pasa por la mente antes, durante y después de cometer tales atrocidades. Es así como iremos viendo pasar por la pantalla asesinos como Dennis Rader, alias “BTK” (bind, torture and kill), David Berkowitz, alias “El hijo de Sam” o William Junior Pierce. Pero ese que todo el mundo quería ver era Charles Manson, que aunque no puede ser considerado como tal, es una de las mentes más sanguinarias y retorcidas que se recuerdan. Y su aparición, aunque más breve de lo esperado, cumple con su cometido.
Eso sí, aunque las entrevistas a estos y otros asesinos han ocupado gran parte de los minutos de estos nueve episodios, por fin hemos podido ver a los agentes del FBI en acción, participando en la búsqueda de Wayne Williams, el conocido como “asesino de niños de Atlanta”, un joven de 23 años que asesinó a, al menos, 28 niños y adolescentes entre los años 1979 y 1981 en el estado de Georgia. Una serie de crímenes, que tuvieron un fuerte componente racial y que de no ser por un grupo de madres que dieron la voz de alarma, aún estarían sin resolver.
Pero no sólo de entrevistas a asesinos o de investigaciones vive la serie, ya que “Mindhunter” nos muestra lo mejor y lo peor de la vida de cada uno de los protagonistas. Y si en los primeros episodios vivimos el viaje emocional de Holden, con su auge y su caída emocional, en estos capítulos viviremos lo propio con su compañero Bill. Tench tiene que lidiar, sin entrar en muchos spoilers, con la culpa de ver cómo su hijo ha participado en un acto atroz y cómo esto va carcomiendo los cimientos de un matrimonio que de puertas afuera parece idílico pero que por dentro deja ver las costuras de un marido que pasa demasiado tiempo fuera de casa en un momento familiar crucial.
Y en medio de estos dos hombres se encuentra la figura de la doctora Wendy Carr (en serio, nunca me cansaré de alabar a Anna Torv), que continúa con su dualidad entre sus vidas profesional y privada. En la primera de ellas, le toca lidiar con un nuevo jefe de la unidad, Gunn, que sin ser demasiado explícito, va mostrando su desacuerdo con la presencia de una figura femenina en un mundo tan masculino (jefe interpretado por Michael Cerveris, en su reencuentro con Anna Torv tras la siempre reivindicable “Fringe”). En el personal, en cambio, poco a poco irá dando sus primeros pasos para iniciar una relación “adulta y madura” con una mujer, algo que hasta ahora le resultaba impensable.
Los tres, Holden, Wendy y Bill forman un fabuloso trío protagonista para una no menos fabulosa segunda temporada. La serie ha crecido en todos los aspectos, ha mostrado registros nuevos no solamente de estos protagonistas sino también de los asesinos que investigan. También, la trama personal de Bill nos ayuda a formularnos preguntas como si un asesino nace o se hace o cuán determinante es el entorno familiar a la hora de formar el carácter social de un niño que está empezando a mostrar signos poco comunes. Además, al haber introducido por primera vez a sus protagonistas en una investigación activa, la serie ha cogido aire y nos ha mostrado algo completamente nuevo, pero a la vez, fiel a su esencia.
Sé que en este blog recomiendo muchas series, y de muy diverso todo, pero, en serio, si no estáis viendo “Mindhunter”, no sabéis lo que os estáis perdiendo. De nada.
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