Ay, ¡¡¡que ya ha terminado la cuarta temporada de “Outlander”!!! ¿Cómo es posible que el tiempo haya pasado tan rápido? Parece que fue ayer cuando se estrenó el primer episodio de esta nueva temporada y las 12 semanas posteriores se nos han pasado en un auténtico suspiro. Llega el momento ahora de hacer balance de lo vivido, que no ha sido poco, y de analizar cómo se han desarrollado los acontecimientos en esta nueva aventura, ahora en tierras americanas. Obviamente, este post viene cargado de spoilers, así que cuidadito, avisados estáis.
Los Fraser han dejado atrás definitivamente Irlanda y tras vagar por medio mundo en las segunda y tercera temporadas llegan a la América pre-independencia y allí, en Carolina del Norte, gracias a unos terrenos que recibe el propio Jaime en herencia, consiguen construir una casa a la que llamar hogar y empiezan un período de calma y armonía que, tranquilos, no durará mucho. Y es que en el presente (bueno, el presente de la serie, allá por 1945), Brianna descubre que la vida de sus padres corre peligro y no duda un momento en seguir los pasos de su madre e iniciar una aventura dando un paso atrás en el tiempo de nada menos que dos siglos.
Esto ha propiciado uno de los momentos más esperados por todos los espectadores de la serie, que no es otro que el encuentro entre Brianna y su padre Jaime. Un encuentro emotivo que ha cumplido con las expectativas y que se ha convertido en uno de los instantes más importantes de la temporada ya que además trae consigo el inicio de una pausada transición que va a provocar un antes y un después en el devenir de los acontecimientos.
La primera de las consecuencias de dicho encuentro ha sido el paso del protagonismo de Claire y Jaime hacia Brianna y Roger. De manera paulatina hemos visto como la pareja protagonizada por Caitriona Balfe y Sam Heughan han pasado a un ligero segundo plano (ya les tocaba un poco de tranquilidad después de tres temporadas en las que, literalmente, han recorrido medio mundo) y han cedido poco a poco parte del peso de las tramas a su hija y su eterno pretendiente. Ella, Brianna ha demostrado ser una digna sucesora de su madre en cuanto a fuerza, personalidad y carisma, pero el lado menos positivo de esta leve transición lo tenemos en el personaje de Roger. Ay Roger, Roger, que guerra das...
Ahí, en Roger, es donde ha vivido “Outlander” una de las grandes polémicas de la temporada, en esa idealización de la concepción obsoleta del amor que tiene el personaje interpretado por Richard Rankin y que los guionistas han terminado por abrazar. Si bien creo que catalogarlo como misógino es demasiado, algunos de sus comportamientos han dado pie a que los espectadores empiecen a desarrollar cierto reparo hacia un personaje con una concepción del amor como la suya. No podemos olvidar que estamos ante un personaje masculino de la primera mitad del siglo XX (donde la independencia de la mujer aún brillaba por su ausencia), pero cuesta empatizar con él sobre todo si lo comparas con un Jaime que pese a vivir dos siglos antes, tiene una mentalidad mucho más abierta en cuanto al amor y la figura femenina. Y claro, por ahí vienen los problemas que ha tenido el público, que critica que la serie idealiza un tipo de relación que debería penalizarse.
Pero cuando decía antes que la de Roger había sido una de las polémicas de la temporada, me refería a que no ha sido la única, y es que la agresión sexual que sufre el personaje de Brianna poco después de su llegada a la América del siglo XVIII se ha llevado la palma. Que si unos dicen que el único objetivo de su inclusión en la trama es precisamente ese, generar polémica con un twist barato, que si otros opinan que su uso es más que justificado teniendo en cuenta la rabiosa actualidad del tema… Lo único cierto es que la trama de la agresión sexual ya aparecía en el libro de Diana Gabaldón y ya en su momento fue objeto de polémica. Yo personalmente creo que el tema fue tratado con mucho respeto y desde una perspectiva sincera y honesta.
Pero más allá de cualquier polémica, lo cierto es que estos trece capítulos que han compuesto la cuarta temporada de “Outlander” y que toman como referencia el cuarto libro de la saga “Forastera” titulado “Tambores de Otoño” se me han pasado en un suspiro, síntoma de que la serie sigue manteniendo un buen pulso narrativo y sigue ofreciendo al espectador lo que más le gusta. Además, el nuevo enclave espacio-temporal en el que se encuentra la serie, convierte a Claire en una especie de Doctora Quinn como aquella que vimos en la serie de los noventa. Una maravilla que nos hace salivar pensando en las ya confirmadísimas quinta y sexta temporadas (que se adentrarán de lleno en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos).
(Para los insensatos novatos, tenéis disponibles las cuatro primeras temporadas de “Outlander” en el servicio on demand de Movistar +, que también emitirá la quinta y la sexta).
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