No sólo de producciones originales vive NETFLIX. Sí que es cierto que la plataforma tiene entre sus mayores éxitos a “Stranger Things” o “13 ReasonsWhy” que son creaciones propias, pero también se nutre en gran medida de compras internacionales, como es el caso de la serie que comentaré hoy “The End of the F***ing World”. Y eso es algo de agradecer teniendo en cuenta que si no fuese por estas compras o acuerdos internacionales (en este caso, del canal británico Channel 4), los espectadores en la mayoría de las ocasiones no tendríamos la oportunidad de ver (o tan siquiera saber de su existencia) cosas tan interesantes como esta.
James es un adolescente psicópata con pensamientos destructivos y asesinos. Cuando sólo era un niño metió la mano en una freidora llena de aceite hirviendo para demostrarse a sí mismo, y a su sobreprotector padre, que era capaz de sentir algo. Y a los 15 descubrió una enorme fuente de placer matando animales. Hasta que llega lo inevitable, que en uno de los recreos del instituto decida que se aburre de matar animales y tome la decisión de hacerse cargo de algo mucho más grande, un humano. Una joyita de niño, para qué nos vamos a engañar.
Alyssa, por su parte, es una adolescente que vive atrapada junto a una madre amargada que la trata prácticamente como a una chica del servicio, el nuevo marido de esta que apunta maneras de cerdo pedófilo y un par de hermanos pequeños bastante odiosos. Del que no tiene ninguna pista es de su padre que desapareció cuando ella tenía tan sólo 8 años. Por si fuera poco, tiene problemas para controlar sus ataques de ira y aprovecha cualquier ocasión para descargarla contra todo aquel que se cruce en su camino. Otra joyita con ínfulas de rebelde sin causa y a la altura de su coprotagonista.
Todo explota cuando, en efecto, los caminos de James y Alyssa se cruzan y en lugar de ayudarse mutuamente, ambos sacan lo peor de sí mismos entrando en una espiral de destrucción que traerá para ambos consecuencias que no están dispuestos a asumir. Inician así ambos una especie de road movie, una huida hacia delante arrasando con todo lo que encuentran a su paso (en algunos casos como con el coche del padre de él, de manera literal). James tiene el objetivo de saciar su sed de sangre con su nueva compañera de aventuras mientras ella busca desesperadamente dar con el paradero de su padre. Ambos saben lo que quieren, en principio.
Y es que poco a poco iremos viendo como gracias a esta inesperada alianza, unos adolescentes que se niegan a madurar ya que las necesidades propias de la infancia y adolescencia no han sido cubiertas por culpa de haber crecido sin referencias paternas de ningún tipo, se sentirán un poco menos solos en un mundo que ni les comprende ni hace el menor esfuerzo por comprenderlos. Más bien todo lo contrario, se empeña en capturarlos, encerrarlos y catalogarlos. Casi como lo que hace James con los animales que disfruta martirizando.
“The End of the F***ing World” está plagada de momentos de comedia negra muy retorcida que poco o nada estamos acostumbrados a ver en televisión, y mucho menos con protagonistas de tan corta edad. Los ocho episodios de unos 20 minutos de duración (que se devoran en un momento) destacan por un ritmo acelerado, en gran parte ayudado por un montaje con estética casi videoclipera y con una historia narrada paralelamente por ambos protagonistas que bebe directamente del material original en que se basa, el cómic del mismo nombre creado por Charles S Forman. Todo ello acompañado por una banda sonora repleta de canciones míticas que harán las delicias del público más hipster.
El papel de James está interpretado por Alex Lawther al que vimos interpretando al joven Alan Turing en “The Imitation Game” o en drama adolescente de temática gay “Departure”. Por su parte, Jessica Barden, que ha participado en pequeños papeles en cine (“Lejos del Mundanal Ruido” o “Langosta”) y televisión (“Penny Dreadful”) es la encargada de dar vida a Alyssa. Y ambos son precisamente lo mejor y más destacado de la serie ya que consiguen transmitir a la perfección esa sensación de apatía que se siente cuando no se sabe lo que se quiere en la vida. O cuando lo que se quiere sobrepasa la línea de la legalidad.
Aquellos que como yo ya hayan visto la serie hasta llegar el último episodio, habrán podido ver que esta tiene un final bastante cerrado. Mucho diría yo. Así que cuál ha sido mi sorpresa al ver que su creador ha declarado en varias entrevistas que estaría encantado de poder hacer una segunda temporada. Y como todos sabemos lo que ocurre cuando se producen declaraciones de este tipo, creo que es bastante factible que volvamos a ver de nuevo en la pequeña pantalla a tan singular pareja. Y yo que me alegro, oye.
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