Este pasado fin de semana llegaba a NETFLIX por fin la segunda temporada de una de sus series estrella, “The Crown”, que para los despistados relata los acontecimientos tanto políticos como personales que rodean la figura de Isabel II de Inglaterra, la reina que más años lleva en el trono en toda la historia. Y como personalmente, la primera temporada me pareció una de las mejores series del año pasado (podéis leer lo que escribí sobre su primera temporada aquí), esta segunda me ha durado un suspiro y he devorado los diez episodios en sólo un fin de semana.
En esta segunda temporada nos encontramos a la reina Isabel II y el resto de la familia real a finales de las década de los 50 y principios de los 60. Época de cambios en los que su país se enfrenta a un nuevo estatus europeo y mundial. La Guerra de Suez ha hecho aún más evidente la nueva posición secundaria del Reino Unido frente a las dos nuevas superpotencias mundiales, Estados Unidos y Rusia. La figura de los Kennedy resulta demasiado alargada y la corona tiene que hacer frente a unos años de poca popularidad acentuada por el cada vez mayor desapego entre el pueblo y la figura de la reina. Sin entrar en spoiler, el capítulo centrado en el paso de Jackie Kennedy por Inglaterra poco antes de la muerte de su marido es sencillamente sublime. Los cara a cara entre ambas figuras femeninas y sus diálogos son de lo mejorcito de toda la temporada.
En el aspecto personal Isabel afronta una de sus mayores crisis matrimoniales con su marido Felipe. Habíamos visto en la primera temporada lo difícil que le resultaba al duque de Edimburgo adaptarse a su nueva posición a la sombra de su esposa, algo que también está muy presente en estos nuevos episodios. Y a ello tenemos que sumar los constantes rumores de infidelidad y la cada vez más devaluada figura de la corona. En este aspecto, los guionistas nos regalan algunos de los mejores diálogos del año recreando esas conversaciones que debieron mantener la reina y su marido al respecto de la “doble vida” que lleva este último.
Quizás esta segunda temporada ha dejado de lado el aspecto más político para centrarse en esta última parte, la personal. Mostrándonos a una reina que nunca deja de ser enigmática (madre mía, lo que hace Claire Foy con la mirada debería estudiarse en cualquier escuela de interpretación), Peter Morgan hace eso que tan brillantemente había hecho en los primeros episodios, que no es otra cosa que ayudarnos a comprender algunos aspectos de su personalidad que nos resultan más llamativos desde fuera. Sin dejar de lado, eso sí, todo lo que está ocurriendo de puertas afuera de palacio, algo que al fin y al cabo, también resulta influyente de puertas adentro. Que para algo estamos ante la figura de una reina por y para el pueblo.
Pero a pesar de todo lo mencionado anteriormente, he de reconocer que uno de los aspectos que más he disfrutado de estos nuevos episodios, ha sido la posibilidad de tener de nuevo a la figura de Isabel II repartiendo zascas a todo aquel que se le ponga por delante y que ose llevarle la contraria, bien sea su marido Felipe, su hermana Margarita o el primer ministro de turno. Y es que si algo se le da bien a la reina es poner a todo el mundo en su sitio, haciéndoles conscientes de sus deberes y obligaciones. Que para algo forman parte de la familia más famosa del planeta.
Se echa de menos la figura de Churchill, cuya relación con la monarca centró gran parte de la primera temporada, pero el magnetismo de dos personajes secundarios tan agradecidos como el duque Felipe de Edimburgo y la princesa Margarita hacen más llevadera la ausencia del famoso primer ministro. Y ambos llevan un gran peso esta temporada. Descubrimos por un lado, algunos aspectos de Felipe relacionados con su infancia, sus hermanas y la relación de estas con el nazismo. Mientras, la rebelde y contestataria Margarita prosigue su cruzada para encontrar su sitio no sólo en palacio sino también en la vida real. La aparición del fotógrafo Tony Amstrong-Jones (interpretado por Mathew Goode, suspiro) supondrá la respuesta a muchas de las preguntas que la propia Margarita se llevaba formulando desde su frustrado romance con Peter Townsend.
Como supongo que ya sabréis, la tercera temporada contará con un reparto completamente nuevo para adaptar la edad de los actores a la de sus personajes y evitar eso tan incómodo de ver a una actriz de treinta años interpretando a una sexagenaria. De momento ya contamos con la magnífica Olivia Colman para llevar el peso de la corona de la reina. Particularmente, echaré de menos a Claire Foy, Matt Smith y Vanessa Kirby. Mucho. Pero lo mejor de la monarquía británica aún está por venir. O al menos eso dicen los libros de historia (y la prensa del corazón, para qué nos vamos a engañar).
Parece interesante. Encontré tu blog por casualidad y me gusta lo que cuentas. Saludos
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